31 de enero de 2019

Las vacunas y su importancia




¿Qué son las vacunas?

Las vacunas son preparaciones de medicamentos biológicos de bacterias o virus debilitados o muertos y destinada a generar inmunidad mediante la estimulación de la producción de anticuerpos. Tienen eliminada su capacidad de producir enfermedad –y si la produce lo hace de forma muy leve- al estar debilitados o muertos, pero estimulan de forma natural la respuesta protectora del sistema inmunológico, generando defensas (anticuerpos) que protegerán en el caso de futuros contactos con los agentes infecciosos contra los que se haya vacunado, evitando así la infección o la enfermedad.

 
Bacterias

            Generalmente se administran mediante inyección, aunque también algunas lo son por vía nasal u oral. En algunos casos se necesitan varias aplicaciones para que la protección se mantenga durante años. Para reducir el número de inyecciones se utilizan las vacunas combinadas, juntando varias vacunas en una misma inyección. Las autoridades sanitarias tienen elaborados unos esquemas de vacunación en la infancia, los llamados calendarios de vacunaciones infantiles, en los que se definen las vacunas, las dosis y las edades de aplicación.

            La mayoría de las vacunas las reciben los niños, pero los adultos también necesitan protección contra algunos gérmenes, como los del tétano, la difteria, el neumococo, la gripe, la rubéola, etc.




            Las vacunas previenen enfermedades que antes eran la causa de grandes epidemias, muertes y secuelas, y protegen tanto a las personas vacunadas como a las no vacunadas y susceptibles que los rodean. Protegen a toda la colectividad. Por ello, son una de las dos medidas sanitarias que mayor beneficio ha producido y sigue produciendo a la humanidad (la otra es la potabilización del agua). Por todo ello, es muy recomendable, incluso debería ser obligatorio, vacunarse. Todos los niños deben ser vacunados.

            Gracias a la vacunación se han conseguido erradicar enfermedades como la viruela, o se está cerca de erradicar la poliomielitis, o el sarampión ya no es un problema frecuente (a veces causaba encefalitis y minusvalías psíquicas), no hay difteria... y otras como la tos ferina, tétanos, hepatitis B, meningitis meningocócicas B... se están controlando.

            Desde siempre el hombre ha buscado la forma de ser resistente a las infecciones, que tanto daño han hecho. Quizá la primera práctica de vacunación utilizada con éxito contra una determinada infección haya sido la variolización, en Ias antiguas India y China. Más adelante, ya en 1796, Edward Jenner utilizó la primera vacunación frente a la viruela de una forma diferente. Y más tarde, Louis Pasteur, considerado el padre de la vacunología científica, descubrió en 1880 la vacuna frente a la rabia.

     
Edward Jenner                                                         Louis Pasteur    



¿Las vacunas tienen riesgos?

            Las vacunas son medicamentos muy eficaces y seguros. Su seguridad es muy alta y son productos a los que se exige estándares de seguridad más altos, no pudiéndose administrar sin haber demostrado su eficacia y seguridad.

            No obstante, en algún caso se puede producir alguna reacción, como con cualquier medicamento, aunque rara vez es seria. Pero puede suceder. Sin embargo, hay que tener muy en cuenta que los riesgos de contraer una enfermedad grave por no estar vacunado son mucho mayores y puede afectar a muchas más personas. Los riesgos de la vacunación siempre serán inferiores a sus beneficios.

            Los efectos secundarios más frecuentes de las vacunas son problemas menores como fiebre leve, enrojecimiento leve, malestar general, inflamación y dolor en el lugar de la inyección, sarpullido. Es normal una ligera incomodidad, y no tiene que alarmar. Suelen aparecer a los 2 ó 3 días. Si estos síntomas perduran lo mejor es ponerse en contacto con el pediatra.

            También puede ocurrir que los problemas no hayan sido causados por la vacuna, sino que simplemente han coincidido con ella, y conviene su observación por si hay otra causa que atender.


El peligro de los antivacunas

            Pese a que hay consenso científico sobre las vacunas, éstas no dejan de tener sus detractores, que en los últimos años están consiguiendo peso en algunos países basados en desconfianza, ignorancia, bulos y polémicas.

            Las vacunas han situado en cifras mínimas la incidencia de la viruela, la poliomielitis, el tétanos o el sarampión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y toda la comunidad científica mundial tiene claro que las vacunas son hoy la forma más segura de protegerse contra la enfermedad. Se espera que en un futuro inmediato estos productos que estimulan la producción natural de anticuerpos incluirán no sólo los preventivos tradicionales, sino también otros de tipo terapéutico destinados a luchar contra el cáncer, el Alzheimer o la esclerosis múltiple, así como el VIH, la malaria o el ébola.

            Por otra parte, también se afirma que el creciente número de antivacunas ha provocado que hayan resurgido, por ejemplo en Europa, epidemias de sarampión (con más de 400.000 afectados), de paperas en Estados Unidos y Brasil (con miles de afectados) o de difteria en Bangladesh.


            La OMS considera el rechazo a las vacunas una de las 10 amenazas de 2019. La OMS calcula que las vacunas salvan entre 2 y 3 millones de vidas al año, y que si se consiguiera su uso en todo el mundo salvarían aproximadamente 1,5 millones más. La OMS considera que entre las causas de su rechazo está la complacencia que lleva a olvidar el peligro que combaten, las dificultades para acceder a ellas y la desconfianza. La OMS pone como ejemplo de su eficacia su esperanza de que la polio deje de circular en Pakistán y Afganistán durante 2019 (en 2018 ya sólo hubo 30 casos), y ya prepara un plan contra el cáncer de cérvix basado en la vacuna del papiloma.

            Pero, paradójicamente, en los últimos años su uso se ha estancado a nivel mundial. En este hecho han influido las dudas sembradas a partir de 1998 por el médico británico Andrew Wakefield tras la publicación en la revista The Lancet de un estudio en el que relacionaba la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo (!!!). Pese a que se demostró la falsedad de sus métodos y conclusiones, y de que el Colegio de Médicos le retiró la licencia en 2010 por actuar de forma deshonesta e irresponsable, el daño ya estaba hecho y estimuló la creación de movimientos antivacuna en muchos países.

      Las vacunas han sido una maravillosa adición al arsenal médico y han logrado avances importantes en la reducción de la morbilidad y la mortalidad debido a enfermedades infecciosas. Por supuesto que ninguna vacuna es perfecta, tanto en términos de eficacia como de seguridad de la vacuna; ninguna vacuna ha demostrado una eficacia del 100 por ciento, pero este movimiento de padres que se niegan a vacunar a sus hijos basándose en los riesgos de las vacunas junto con la falta de un beneficio que perciben como suficiente es responsable de una morbilidad y mortalidad inaceptable en todo el mundo. EL MAYOR RIESGO ES NO VACUNARSE.


        Las personas que rechazan el consenso científico tienen una percepción exagerada de su propia comprensión, sobreestiman su conocimiento. Escribió Charles Darwin en la introducción de su libro El origen del hombre, en 1871, que “la ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento”.

            La psicología ha confirmado la omnipresencia del sesgo cognitivo conocido como el efecto Dunning-Kruger, y que consiste en que las personas con poca habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, y que se explica por una incapacidad del sujeto para reconocer su propia ineptitud. David Dunning y Justin Kruger llegaron a la conclusión de que “la sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás”. Este fenómeno fue demostrado en una serie de experimentos realizados por ellos en la Universidad de Cornell (Nueva York, EE. UU.) y sus resultados fueron publicados en el Journal of Personality and Social Psychology de diciembre de 1999. Un estudio publicado en Nature Human Behaviour afirma que este fenómeno está vinculado a las opiniones anticientíficas extremas.

            La OMS alerta sobre las nefastas consecuencias del lanzamiento de suspicacias sobre la seguridad de los compuestos alegando argumentos como los efectos secundarios junto a motivaciones religiosas o culturales. Según los expertos, la no vacunación puede derivar en un grave problema de salud pública. Y Bruselas subraya tajante que no es una cuestión de opinión: LAS VACUNAS FUNCIONAN Y SALVAN VIDAS.

            La Asociación Española de Vacunología (AEV) destaca que la cobertura de vacunación en España es del 95%, y advierte a los padres de que los mensajes antivacunas “están disfrazados de pseudociencia, sumándose además elementos difusos como los intereses económicos o la falta de transparencia”. Reconoce que, como preparados biológicos que son, las vacunas no están exentas de riesgos, pero “son mínimos y generalmente leves”, frente a la posibilidad de padecer enfermedades potencialmente graves o mortales, como sarampión, meningitis, sepsis, varicela, hepatitis B, tos ferina, parotiditis, rubéola o el virus del papiloma humano. La inmunización es también un acto de solidaridad hacia los miles de pacientes que no pueden hacerlo: niños trasplantados, inmunodeprimidos u oncológicos.




            Es cuando menos curioso que algunos apelen a su libertad para no vacunar a sus hijos y vacunen a sus perros.

            Parece claro que lo más sensato es hacer caso de los que más saben, y más cuando existe consenso científico y está claramente demostrado después de tantos años, habiendo pasado de un gran número de muertes hace siglos a la situación actual mencionada anteriormente. Y que no puede confundirse la excepción con la norma o la generalidad. Las vacunas han tenido mucho que ver con el aumento de la esperanza de vida.

          Tampoco anula la realidad de la efectividad de las vacunas en general el hecho de que alguna vez pueda haberse cometido algún error, como puede ocurrir en cualquier otra cosa, ni el que las farmacéuticas ganen dinero con ello. ¿O porque los profesores ganen dinero con educar ya hay que concluir que la educación es mala? ¿Hay que regalar el fruto del trabajo, seas agricultor, médico, artesano o lo que sea? ¿Los antivacunas no cobran por realizar su trabajo?

Quizá tampoco esté de más recordar que una de las causas de que se disparara la mortalidad de los indígenas a la llegada de los primeros contactos con individuos de otros continentes, como ocurrió en toda América, se debió a los contagios biológicos, ya fueran voluntarios o involuntarios. Y que en la época actual, con tantas migraciones, también conviene tomar precauciones por motivos similares, al poder entrar en contacto en ambos casos con enfermedades nuevas y desconocidas y para las que se está especialmente expuesto. Otro hecho que demuestra la importancia y peligro de las consecuencias biológicas es la existencia hoy día de las llamadas armas biológicas.
Algunas objeciones de los antivacunas y respuestas de los científicos

Objeciones de los antivacunas

Respuesta de los científicos
Las vacunas contienen “productos químicos peligrosos”, como anticongelante, fenol, aluminio, formaldehído y plomo
Aunque es cierto que muchas vacunas contienen tales sustancias químicas, las dosis son tan pequeñas, que no se consideran tóxicas, pues son más pequeñas que lo que consumimos en la dieta diaria.

Debilitan el sistema inmunitario   (Una preocupación que han  convertido en argumento)
Rotundamente NO.
El sistema inmune de un niño necesita desarrollarse solo
Es falso. Las vacunas fortalecen su sistema inmunológico, no lo debilitan. Las vacunas introducen una forma debilitada de virus en el organismo para que el sistema inmune pueda aprender a identificar y defenderse contra futuras infecciones. Para personas jóvenes y mayores, aumentar el sistema inmune con una vacuna es particularmente importante. Por ejemplo, los niños deben recibir vacunas para infecciones peligrosas a una edad temprana, porque es cuando sus sistemas inmunes son más susceptibles. Los mayores, porque su sistema inmune ya es muy débil, pues a medida que envejecemos el sistema inmunitario ya no trabaja tan bien, se vuelve más lento para responder, lo que aumenta el riesgo de enfermar
Pueden provocar alergias
Las vacunas NO pueden provocar alergias. El efecto es el contrario: protege de las alergias
Pueden causar autismo
Las vacunas NO pueden provocar autismo. El estudio (de 1990), referido más arriba, que introdujo tan disparatada afirmación quedó demostrado que fue totalmente fraudulento. Y muchos estudios exhaustivos y a largo plazo realizados posteriormente confirmaron que no existe tal relación entre autismo y vacunas. Por si todo esto fuera poco, 10 de los 13 autores que firmaron el artículo original refutaron y retiraron sus declaraciones originales negaron y retiraron sus declaraciones originales
Afectan sólo a una persona, y las personas deberían tener la opción de decidir si se vacunan o no “porque la elección sólo te afecta a ti”
Las vacunas no sólo protegen al que se las pone, sino que también ayudan a otras personas de su alrededor a mantener su salud, sobre todo las personas mayores, los jóvenes y las que no pueden vacunarse, como los que se están sometiendo a tratamiento de quimioterapia. Esto es inmunidad colectiva, y afecta a la salud de todos, no sólo a una persona


Sin las vacunas, la humanidad quedaría indefensa ante los múltiples virus y enfermedades que existen e incluso podrían llegar a resurgir enfermedades que se consideran ya controladas.


En resumen: Las vacunas salvan vidas. Vacune a su hijo si no tiene una razón médica por la que no debería hacerlo. No solo protege a su propio hijo, sino también a todos los demás.



           







            

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