La RAE define el esfuerzo como “empleo enérgico del vigor
o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades” y como "ánimo, vigor, brío, valor”.
Pese a los mensajes engañosos de algunos que se empeñan
en hacer creer que en la vida las cosas son fáciles, o incluso que sólo basta
con desearlas para conseguirlas, lo cierto es que en este mundo nada o casi
nada nos viene de regalo o sin esfuerzo. Desde las cosas más básicas y
cotidianas hasta las más importantes, todas ellas requieren del esfuerzo en
alguna medida. Y nadie las va a hacer por nosotros siempre, y desde luego no
cuando se alcanza la edad adulta. Por eso lo más sensato es preparar a los
niños para asumir las dificultades que la vida sin duda les va a presentar.
Educando en el esfuerzo haremos a los niños más fuertes y
más aptos para enfrentarse y resolver los problemas que se les vayan
presentando en el futuro. El esfuerzo implica además autodisciplina, fortaleza,
control, paciencia, perseverancia, tenacidad, responsabilidad, posponer la
recompensa, fortaleza ante la frustración, todas ellas virtudes relacionadas
que pronto les serán muy útiles. Por otra parte, los logros conseguidos en cualquier área de la vida es normal que den lugar a una justa satisfacción y un sano orgullo, pero hay que prevenir también que no lleven a la soberbia, la arrogancia y desprecio hacia los que habiéndose
esforzado también no lo han podido conseguir por las circunstancias que sean, sino que vayan acompañados de humildad y generosidad, de respeto y consideración.
La mayoría de las cosas importantes para la humanidad han
sido conseguidas con mucho esfuerzo. Incluso los descubrimientos que han tenido
lugar por casualidad, lo han sido gracias a que alguien estaba trabajando en
algo, aunque fuera buscando otra cosa, lo que dio la oportunidad a que se
produjera esa casualidad.
Si bien es cierto que en este mundo el esfuerzo no
garantiza conseguir todo lo que se quiere, ni ser más reconocido que quien no
se ha esforzado tanto, o que los logros no siempre son proporcionales al
esfuerzo desplegado, también es cierto que por regla general con esfuerzo se
consigue estar mejor que sin él. El valor del esfuerzo siempre está ligado a la
esperanza y a la confianza. Y, en el peor de los casos, siempre tendrá uno la
satisfacción de haberse esforzado, de haber hecho lo que haya podido. Lo peor
siempre es no esforzarse o esperar que otro se esfuerce por uno. El niño que
desde pequeño aprende a esforzarse tendrá una mejor actitud y aptitud ante los
entornos dificultosos y podrá valerse mejor por sí mismo ante las adversidades
o necesidades que le vaya planteando la vida.
La experiencia nos va demostrando que con esfuerzo todo
funciona mejor que sin él. Los estudios, los deportes, las tareas de la casa,
el trabajo; la convivencia con los vecinos, amigos, familia...
Si sabemos atarnos los zapatos, o la hora que nos indica
el reloj, o andar en bicicleta, es porque un día seguramente un familiar se
esforzó en que lo aprendiéramos, y nosotros en aprenderlo. Lo mismo sucede con
todo lo que sabemos y con todo lo que queramos o necesitemos saber. Nada se
aprende sin algún esfuerzo, independientemente de que lo que queramos o
tengamos que aprender nos resulte más o menos atractivo, nos interese en mayor
o menor medida o nos motive mucho o nada. Aprender supone un esfuerzo. Aprobar
una oposición o conseguir y mantener un trabajo, supone un esfuerzo. Practicar
algún deporte o ejercicio físico o mental, supone un esfuerzo. Esforzarse desde
pequeñitos en las pequeñas cosas cotidianas es el primer paso para conseguir
que nuestros hijos tengan más logros y satisfacciones en su vida.
Aprender que todo se consigue con esfuerzo, y todo lo que
ello implica, es una de las mejores enseñanzas que se le puede dar a un hijo.
Una buena actitud ante el esfuerzo es como una vacuna que los pondrá a salvo de
muchos males que pueden venir de su ausencia. Se equivocan quienes piensen que
no fomentar el esfuerzo en sus hijos es hacerles la vida más fácil. Justamente
es todo lo contrario lo que consiguen para su vida adulta. Y además se encontrarán en
inferioridad de condiciones respecto de quienes sí han aprendido y han convertido en
hábito el esforzarse, ser perseverantes, pacientes, capaces de retrasar la
recompensa y saber esperar, no quererlo todo ya y sin esfuerzo, no dejar para más adelante lo que deba de hacerse ya (procrastinación), etc.
Ahora bien, el valor del esfuerzo no viene de serie ni se
aprende solo. Hay que concienciarse desde pequeñitos y entrenarse en él, siendo
conveniente hacer ver con ejemplos claros sus ventajas, así como las
desventajas de su contraria, la pereza. El entrenamiento puede incluso llegar a
convertir en un punto fuerte algo que antes era un punto débil. ¿Cómo se puede
educar en el valor del esfuerzo?, ¿cómo podemos inculcarlo? Los siguientes
consejos pueden ser muy importantes:
1) Enseñarles
con el ejemplo, que suele ser mucho más efectivo que las solas palabras.
2) No
darles todo hecho, y hacerles responsables desde pequeños. Además de los
deberes del colegio, que es su trabajo a estas edades, y en función de su edad,
pedirles que vayan haciendo cosas (recoger los juguetes, recoger la ropa de la
habitación, echar la ropa sucia al cubo de ropa para lavar, limpiar su
habitación, ahorrar algo de la paga si la tienen, ...). Y dejarles hacerlo con
paciencia por nuestra parte, aunque tarden mucho, aunque no lo hagan tan bien
como se quisiera. Es normal. Será cuestión de tiempo y desarrollo que lo hagan
bien y que le cojan gusto al trabajo bien hecho además.
3) Buscarles
ejemplos de lo que se puede lograr con esfuerzo y lo que puede pasar si uno no
se esfuerza. Ponerles si es posible ejemplos de la vida que puedan ver ellos
mismos.
4) Ayudarles
a ponerse metas realistas acordes con cada edad, y a alcanzarlas paso a paso,
escalón a escalón. Que aprendan que no se puede, y si se puede no es bueno,
querer llegar al último escalón sin haber pasado por todos los anteriores.
5) Animarles
a realizar pequeñas tareas que supongan retos, como puzzles o similares, en que
tengan que esforzarse en pensar. Así como algún deporte o ejercicio físico.
6) Hacerles
ver el valor del dinero, así como de la generosidad por un lado y el
aprovechamiento de los recursos existentes por otro, evitando siempre el
despilfarro.
7) Acostumbrarse
a no retrasar las obligaciones. No valen excusas cuando hay que hacer algo.
8) Enseñarles
que aun con esfuerzo no siempre se puede conseguir lo que se quiere. Y
aprender a soportar la frustración, resaltando el valor de haberse esforzado.
9) No
tener miedo al fracaso. Que el miedo al fracaso no paralice e impida
esforzarse.
10) Felicitarlos
cada vez que con su esfuerzo consiguen algo. Y también cuando no lo consiguen.
Que se sientan orgullosos del hecho de haberse esforzado incluso con
independencia del resultado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario