3 de octubre de 2017

¿Puede acabarse el que los niños se ahoguen en las piscinas?


        El ingeniero español Antonio Ibáñez de Alba ha conseguido dar con un agua para piscinas que impide el ahogamiento. Este investigador, que ha desarrollado otros muchos inventos, siempre fue muy sensible a las noticias sobre los ahogamientos de niños que se producen en verano. “No podía evitar imaginar a una familia entera destrozada por un solo minuto de despiste”.

          Ibáñez de Alba ha invertido más de 20 años en desarrollar varias patentes contra la que es, según la OMS, la primera causa de muerte alrededor del mundo en niños. Su primer intento de acabar con esta tragedia se materializó en una piscina antiahogo (gracias a un fondo que se eleva al contacto continuado de un peso), que obtuvo en 2003 el Premio Internacional en el salón de la Feria de Barcelona a la Innovación Tecnológica. El sistema se utiliza hoy en piscinas de todo el mundo.

          El segundo intento consistió en un tipo de agua flotante que no lleva sal y de la que no hace mucho presentó una versión mejorada. La clave está al parecer en su densidad (30 veces superior a la del agua normal) y en una fórmula secreta a base de productos naturales, como los que se encuentran en detergentes o champús convencionales, por lo que resulta inocua. "Incluso en el caso de que el bañista quede boca abajo, la presión del aire de la caja torácica hace girar el cuerpo impidiendo que trague agua", afirma el inventor andaluz, de 60 años.
          El agua flotante se aplica con fines lúdicos en parques acuáticos y en los programas de rehabilitación de los spas y balnearios. Pero Ibáñez de Alba se ha propuesto convertir su agua flotante en un estándar de seguridad para la prevención de ahogamientos en toda España. "Mi principal preocupación son los niños", asegura el multipremiado ingeniero e investigador. "Gracias a mi patente los padres podrán estar tranquilos mientras sus hijos se divierten en la piscina".

          Aunque en su Wikipedia dice que es de Barcelona, Ibáñez de Alba reivindica sus orígenes andaluces. Nació en Chiclana de la Frontera y a los 9 años sorprendió a sus padres con un primer y rudimentario invento. "Convertí el tocadiscos de la casa en una radio que sintonizaba todas las emisoras de la época". Con el correr de los años otras serían sus realizaciones: palmeras artificiales para la condensación de agua en zonas desérticas, una pantalla que protege el césped de los campos de fútbol de las inclemencias meteorológicas, una cápsula que se sitúa en contacto con la piel y alerta del cáncer de mama en sus fases iniciales, ... Tras su paso por el Ejército, donde aprendió a manejar radares y llegó incluso a colaborar con la unidad especial de alta tecnología durante la Marcha Verde del Sáhara, se licenció en ingeniería industrial en Barcelona. Sintió, dice, la llamada de la ciencia.

Su pasión por las piscinas se remonta a sus días de nadador semiprofesional. Fue segundo de Andalucía en 1.500 y 400 metros libres y sexto de España. Estando cumpliendo su servicio militar en Ceuta, y mientras entrenaba en la piscina, un compañero cordobés se tiró al agua sin saber dar dos brazadas seguidas. Acudió inmediatamente al rescate y no olvida la cara de terror de su amigo.




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